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Los Relatos de Ruben

Mi amigo Juan

Era una mañana hermosa. Ninguna nube eclipsaba el cielo ese día en el pueblo. Decidí visitar a mi amigo para ir al parque que daba a las afueras, hacia el oeste. Corrí, me monté en la bicicleta bajé una cuadra y media y doblé a la izquierda. A media cuadra estaba su casa. Por ese entonces tenía unos doce años y él, trece. Su casa daba a la avenida principal por un lado y su fondo sobre una calle cortada. Por esa última baje raudo casi cayéndome al doblar. Abrí la puerta trasera y entré la  bicicleta. Enseguida Cleto me vino a saludar; un perro marca perro. Le decíamos Cleto como diminutivo de Anacleto que era su verdadero nombre.       

–Hola Doc –mencioné saludando a su padre– ¿Y Juan?

–Durmiendo –Respondió sin dejar de masticar un croissant y sorber lo que le quedaba del café. Estaba en un receso de la consulta matutina.

Su padre era médico al igual que el mío. Médicos del interior. Mi viejo había nacido en esa ciudad, se recibió de esa profesión en la capital donde conoció a mi madre. El padre de Juan provenía de la capital pero prefirió ejercer en el interior.

Entré con Cleto al dormitorio y lo vi roncando. Su hermano Manuel hacía lo mismo, en una cama adyacente.

–Levantate che –Le dije sacudiéndolo; Cleto ladraba.

–No jodas –Respondió más dormido que despierto y se dio vuelta para un costado. Le hice seña al perro y este se le abalanzó encima subiéndosele arriba de la cama. Yo tiré de las frazadas.

Fue cuando se despertaron ambos.

–Andate a …

–Vamos al parque –respondí al tiempo que hacía una seña al perro que no paraba de ladrar– Te espero en la cocina –Y cerré la puerta.

–Que te den  –Atiné a escuchar– “Yo también te quiero” –Me dije y me encaminé hacia la cocina.

Una hora después íbamos los tres pedaleando cuesta abajo hacia el parque, uno que bordeaba buena parte del oeste de la ciudad con el Cleto corriendo detrás ladrando.

 

-- oo --
 
** Estructura, diseño y diagramación: Rubula **

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